Inicio>Actividades>Programa #MujeresyMuchoMas>Manifiesto #SoloParaValientes

Manifiesto de AFNR. Programa #MujeresyMuchoMas

La igualdad nace del consenso sobre la dignidad del otro; del amor y la alianza.

Mujeres y hombres son, por naturaleza, idénticos sujetos de derechos.

Ambos están facultados para lograr la plenitud de vida. Ambos tienen las mismas necesidades esenciales. Los dos requieren relacionarse y cooperar para ser felices. Los dos merecen ser dichosos, disfrutar el éxito de su familia / trabajo y contribuir al bien de la sociedad.

Sin embargo, históricamente, el hecho biológico de la maternidad y la mayor dedicación de las mujeres al cuidado de los hijos y a las tareas del hogar han sido causa de su segregación en muchos aspectos de la vida social, laboral y política. Esto las ha hecho parcialmente invisibles y las ha instalado, con frecuencia, en situaciones de gran precariedad y dependencia.

Algunas malas personas han aprovechado esa tesitura para hacerles daño. Señalamos como realidad especialmente dolorosa, grave y persistente en los siglos el maltrato producido por las parejas o maridos y otros familiares muy cercanos. Denunciamos todos los atentados contra la integridad y libertad de las mujeres. Reprobamos cualquier forma de violencia contra los derechos humanos, salud, patrimonio, ideas y oportunidades de nuestras hijas, esposas y abuelas.

Así mismo, y a pesar de las excepciones (familias disfuncionales que amparan la violencia), proclamamos que la familia es, por defecto y universalmente, el agente social con mayor capacidad protectora. También es que más méritos acumula como guardián y mecenas de sus miembros.

Reforzar la red social de las mujeres es vital para prevenir y mitigar los estragos del maltrato asociado al machismo.

Estimamos que, incluso cuando la sociedad comenzó a tomar en consideración las necesidades, derechos y libertades de las mujeres – y debido al fuerte compromiso inherente entre madres e hijos, lo que une su destino a la condición de asegurar, con carácter previo, el bienestar de sus retoños – se las relegó y relega en razón de su maternidad cuando, en realidad, su entrega debería ser declarada patrimonio inmaterial de la humanidad.

Asegurar la protección de los menores cuando no se tiene suficientes recursos expone extraordinariamente a la mujer que sufre violencia.

Una consecuencia de esta dedicación femenina ha sido el retraso de la irrupción profusa de las mujeres en la plaza pública de los puestos de responsabilidad social, corporativa o de gobierno, y en los grupos personas destacadas o más influyentes. Sólo se ha producido cuando ellas han empezado a recibir ayuda para criar mientras trabajan; han podido elegir el número de hijos que podían atender; han consolidado su independencia económica y han sido reconocidas sujetos de iguales derechos que los hombres. Todo ello las fortalece y aparta de las tramas de violencia. Avancemos en estas líneas de acción.

En pleno siglo XXI, en España y en otros países desarrollados, diversas formas de egoísmo e injusticia marginan y cosifican a las mujeres: machismo violento, discriminación laboral en razón de la maternidad, violencia sexual, prostitución, migraciones forzosas, violencia simbólica, matrimonios infantiles, mutilación genital, raptos, etc. Hay mucho que hacer.

Durante el taller “Mujeres y mucho más” hemos analizado las causas de la violencia de género. Es una enfermedad social presente en todos los estratos socioeconómicos que aflige mucho y que condiciona el progreso de las personas y los pueblos.

Los conflictos armados son, siempre y en todas las partes del mundo, causa de violencia estrema y variada contra la mujer.

También hemos visto un cambio radical en las condiciones de vida de las mujeres que no deseaban ser madres o que renunciaron  a la maternidad en pro de su proyección profesional. Nos congratulamos sinceramente con ellas. Pero esa decisión femenina no puede ser la única maniobra que garantice la igualdad entre hombres y mujeres por razones obvias: niega el desarrollo de una característica esencial de las mujeres según su naturaleza (incluso la neurociencia reconoce y habla ya del alma femenina); conduce al suicidio demográfico; condena a las que tomaron esa determinación arrinconadas por la elección entre “el trabajo o los hijos” a la añoranza de lo que nunca fue. Esto suele revertir en animadversión a las profesionales con descendencia; nos empuja a derivas que, de nuevo, esclavizan a las mujeres más pobres (maternidad subrogada, abortos por desesperación, etc.).

Creemos que hace falta desarrollar medidas que protejan decididamente a las mujeres y sus hijos durante los años que requiere la crianza. La conciliación incide directamente en el fomento del talento y el liderazgo femenino. Conseguirla puede ser tan fácil como generalizar la flexibilidad de horarios laborales o crear formas más imaginativas para la reincorporación laboral después de la maternidad. No renunciemos  humanizar el trabajo en su orden, desarrollo, fines y servicios prestados.

La mujer también debe conciliar consigo misma y dejarse llevar, si lo desea, sin culpabilizarse, por su necesidad de frenar un poco, durante un tiempo, su desarrollo profesional para criar a los hijos. Esa decisión no es una debilidad ni una patología.

Los hombres deben conciliar con sus mujeres todo el tiempo. Padres y madres deben dar a sus hijos ejemplo contumaz de la corresponsabilidad en las tareas del hogar. Estas son competencia de todos los miembros de la familia. Los padres no solo aportan recursos, coeducan. Más allá de la lactancia materna, todo lo relativo al hogar se puede compartir, incluida la carga mental de la gestión de la familia. La cooperación gozosa entre hombres y mujeres nos aleja de la hostilidad y la violencia.

Instamos a poner la mirada en asegurar la independencia económica de las mujeres que viven en familia, pues cuando aparece el fantasma de la violencia doméstica, es garantía de supervivencia. No conviene lastrar tanto las haciendas familiares ni la comunión de bienes en el matrimonio, pues el sueldo de la madre dignifica su esfuerzo académico y profesional, resguarda su independencia y sufraga los gastos ineludibles derivados del cuidado de la familia, haciéndola sentirse parte relevante del grupo.

Urgimos a todos (gobiernos, instituciones, familias, individuos) a trabajar también con los varones. Se invierten miles de millones de euros en programas de prevención de la violencia machista, pero pocos consiguen implicar a los hombres. Dado que la mayor parte de la violencia de género es ejercida en el sentido hombre a mujer, ellos deben ser un campo prioritario de trabajo y concienciación.

Estimamos que etiquetar al hombre en general como “enemigo nato de la mujer” y sentar la sospecha permanente sobre el varón no ayuda a erradicar la violencia contra la mujer.

Todos los grandes conflictos de la historia se han resuelto gracias a la cooperación de los bandos enfrentados. La sinrazón de la violencia de género también se resolverá cuando hombres y mujeres firmen una alianza de no agresión y mutua protección (es lo que se firma – sea dicho de paso – en el contrato matrimonial. Otro ejemplo de cómo la familia es modelo de relaciones). Pero para lograr rubricar este convenio, es necesario confiar. Y para confiar es necesario tener la certeza de que, si cualquiera de los dos incumple, asumirá un castigo ejemplarizante y proporcionado.

Pensamos que la prevención de la violencia de género no puede basarse solo en la sanción que sigue a la denuncia. Eso nos hará llegar tarde muchas veces. Tampoco en financiar, casi únicamente, grupos de mujeres que hablen y estudien sobre este problema.

Ha de promoverse un cambio en la forma de establecer relaciones afectivas y laborales entre hombres y mujeres. Ese cambio ha de basarse en el mutuo respeto, la cordialidad, la empatía, la estima personal, la buena gestión de las diferencias intrínsecas, el correcto manejo de las emociones (en especial de la frustración, la ira, el estrés, el deseo de inmediatez); en la revalorización del trabajo que se invierte directamente en familia y en el apoyo multifocal a la maternidad. Es fundamental ayudar a los jóvenes en este itinerario.

Creemos que la igualdad nace de la convicción de la dignidad del otro y del amor mutuo. Ambas certezas te llevan a preservar el bien del otro incluso anteponiéndolo, en ocasiones, al tuyo propio. La familia enseña y transmite estos valores mejor que ningún otro agente social. También adiestra en la delicadeza de trato por amor y en el fomento de la lealtad por afecto. Protejámosla mucho más.

Que el sufrimiento padecido por la violencia de género no nos lleve a vivir sin confiar en el otro.

Todo se puede mejorar. No dejemos de soñar con un futuro mejor.

Mujeres de La Rioja, sobrevivid. No cedáis al cansancio. AFNR está con vosotras.

En Logroño, a 30 de noviembre de 2021.